miércoles, 17 de octubre de 2012

Patoaventuras 2a. Parte

Para mi salir de la "zona de confort" es una expresión para tomarse literalmente. Me insccribí a un Congreso que iniciaba el viernes a las 4 de la tarde, y justo a esa hora estaba saliendo del trabajo, sin equipaje listo, ni boletos de transporte.
No es la primera vez, nunca escalé el Popo, porque no quise reunir el equipo y estar lista a para salir a las tres de la mañana, fuí a más de una excursión sin un gramo de comida, y muy mal equipada, siempre preparo maleta una hora antes de salir, cuando conozco personas que están listas  24 hrs. antes de la hora en que hay presentarse en el aeropuertos y si no tengo una lista - o aunque la tenga - hay un 70% de probabilidad de que algo se me olvide.

Así, llegué a casa, armé una mochila más o menos ajuareada y llegué a la terminal a comprar el boleto 20 minutos antes de la hora de salida del autobús, en viernes de quincena.

Íbamos bien, pero no bien llegó el transporte a la autopista México - Puebla cuando me convencí que me perdería totalmente las actividades del viernes... No bien llegamos por Chalco hubo que hacer como 40 minutos (o una eternidad de tiempo) para llegar a la caseta, ya que justo en ese tramos hay un carril disponible para ir y otro para regresar... Total que de salir puntualmente a las 5:50, el autobús llegó a su destino tres horas (y dos películas nefastas) después.

A esa hora, el único modo de llegar a Atlixco fue tomar un taxi, hasta aquí todo marchaba más o menos conforme a lo poco organizado del viaje... Yo tenía - de acuerdo con mis expectativas - hotel "reservado" (lo correcto sería decir "apalabrado") y eso me tranquilizaba algo aunque el taxista no tenía la menor idea de cómo llegar.

Telefonazos más o menos... Dimos con el hotel, y mi espíritu scout se vino abajo... Un "hotel" que tiene por recepción algo que parece más bien un garaje, y una entrada de cortina de lona de plástico, un encargado que parecía parte del reparto de una película de Luis Estrada (La Ley de Herodes, El Infierno, Un mundo maravilloso, pa' que lo ubiquen) hicieron que ni el taxista me quisiera dejar ahí... La mejor excusa para dar las gracias es que al parecer gran parte de la industria turística local no conoce las tarjetas de crédito, así que fuímos a buscar otro hospedaje.

Encontré otro en el centro, a una cuadra del zócalo. La señora a cargo ( que me recuerda al personaje de María Sorté en la telenovela que se termina el domingo) me alquiló una habitación limpia, silenciosa y con ventana aceptando que le pagara al día siguiente los $ 400.00 que cobra por noche. Nada de cortinas de lona, una casona del centro del pueblo convertida en hospedaje.

Lo siguiente, hay que cenar algo ¿No? Considerando que eran casi las 11 de la noche, en el par de lugaress que me parecieron que podrían tener algo de variedad en el menú estaban por cerrar... No quedó de otra que comprar algo en el OXXO, el mismo lugar en donde tuve que conseguir el desayuno al día siguiente, y aceptan tarjetas de crédito (el capitalismo neoliberal tiene algunas ventajas) ¿Qué otra cosa más podría suceder? Nada, regresé a mi cuarto del hotel solo para constatar que mi sistema  de empacado express nuevamente había mostrado sus limitaciones... dejé la pijama en casa.

En este punto, la patoaventura se convirtió en un viaje diferente; porque hay ocasiones en que uno tiene que viajar por su cuenta para reencontrarse consigo mismo, cosa que comenzó a suceder.

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