lunes, 16 de marzo de 2015

Inconformarse

Si de algo puede servir la experiencia, es desarrollar la capacidad para elegir sus batallas... y el crecimiento, el cambio, el ocupar un lugar son batallas que nos corresponden todos los días.
Desde superar el impulso de quedarse en la cama hasta darse tiempo y espacio para ponerse a hacer ejercicio; dedicarle tiempo a la abuela en una fecha que preferirías estar haciendo otra cosa... hasta forjate tu propio espacio, o escoger el punto en donde quieres comenzar a romper el mundo para labrar la salida al laberinto.
Diría Sun-Tzu que las batallas las elige uno, partiendo del conocimiento de sí mismo, el reconocimiento del terreno, los recursos, el oponente... hay batallas a las que entrarle y batallas que son una guerra de desgaste, en la que ninguno gana y toda la energía se pierde.
Sin embargo, también hay que aprender a estar alerta, posicionarse en un punto que le de a uno una visión completa del paisaje y fluir con el Tao.
La disciplina y la autocontención son armas para el guerrero... pero conformarse es enajenarse, perderse, hacerse borroso... asumir que la mejor manera de actuar es ponerse "flojito y cooperando" expresión que desde mi punto de vista refleja que no estamos dispuestos a cambiar sino a conservar nuestros privilegios; que los demás importan poco en esta dinámica y que el perfeccionamiento que refleja la idea de virtud no es prioridad, sino algo que debe combatirse con abulia.
Ahora que cacareamos tanto el regreso de la ética a nuestras prácticas, pensamos que basta con barnizar de moralina nuestras acciones; el sentido de la ética no es este, la ética proviene del carácter, del cultivo de la excelencia, el autoexamen y la batalla cotidiana por hacer las cosas bien, actuando bien.
También pensar la ética y reconocer la dignidad representa generar interdependencia - conocimiento de sí, conocimiento del otro, conocimiento de la actividad, conciencia de que se hace-haciendo, autocontención, permiso, escucha, búsqueda... examen de nuestras acciones comunes.
La acción es incluyente, y así debiera ser la gestión de las batallas.
No es "flojito y cooperando", no es conformarse... es conciencia para elegir correctamente las batallas que puedes ganar.



sábado, 14 de marzo de 2015

Dignidad, respeto, empatía

Hoy la vida me puso en perspectiva, hizo lo que quiso y yo tuve que responder.
Esto es subjetivo, existencial pero no creo que se salga de lo que es ser lo que soy... un ser humano.
Ayer - para decirlo en pocas palabras - formé parte de una conversación ... aunque de pronto pienso que cada quien estaba hablando, simplemente... y como el "centro" de la conversación era yo... pues baste decir dos cosas, primero, me quebraron como hace años no me sucedía, y segundo, cuando todo esto terminó, mi única intención - parafraseando el título de la obra de teatro, salí pensando "No sé si cortarme las venas o dejármelas largas", porque si aquéllo esperaba remediar algo, solo consiguió poner en mi cabeza la imagen de que tengo que recoger mis pedazos y ver que armo con ellos.
Me fui a dormir con la ilusión de que hoy habría oportunidad que alguien más cercano, más respetuoso y capaz de decirme la neta, me escuchara... pero no sucedió. Cuando necesito algo de afecto, de pronto no tengo más persona con quien hablar que yo misma.
(Disgresión, ese verso de Machado que dice "quien habla solo espera hablar con Dios un día" es mi mejor justificante para considerar que la única persona a la que puedo recurrir es la que traigo puesta).
¿Y de qué me hablé?
Tengo que decirme que no soy tan inútil, ni tan víctima... de verdad, la resiliencia puede mostrarse mejor en una barra de hule que en una barra de hierro... y sospecho que yo estoy en la segunda categoría, es decir, tal vez no se nota mucho, no me vea muy flexible, pero tengo capacidad tanto de resistir la presión como de regresar a mi estado anterior.
Tampoco estoy sorda ni soy inconsciente... ni pienso que la realidad debe ser cómo yo creo, soy observadora, me fijo en detalles y hago algo por arreglarlos, aunque a otros le resulte ofensivo.
Sé que tengo que darle una conclusión constructiva a toda la experiencia de ayer, este es el resultado de mi conversación.

En una relación que dura, en el escenario que se trate (pareja, trabajo, comunidad, etc.) ha que considerar que no se trata de almas gemelas o reflejos en el espejo, sino de personas distintas con visiones distintas que comparte un mismo escenario, están haciendo algo, y por ello:

PRIMERO: El reconocimiento de que uno y otro cambiamos con el tiempo, cuando no nos damos cuenta de esto no le damos al otro ni nos damos a nosotros mismos la oportunidad de modificar nuestros juicios y nuestras percepciones.
SEGUNDO: Saber que uno siempre es, al mismo tiempo, acto y posibilidad. El respeto consiste en mirarte y mirar al otro de esta forma.
TERCERO: Reconocer la posibilidad implica reconocer las capacidades del otro de hacerse cargo, de la manera en que elija, de la situación que vive... no necesita consejos, que te pongas de ejemplo para que vea como superas tú los problemas.
CUARTO: Todo esto lleva al respeto y reconocimiento de la libertad... uno puede elegir, experimentar, formarse su propio juicio, rectificar, buscar, arriesgarse... sin que le tengan que poner advertencias en el camino.
QUINTO: Dejar ser al otro es la mejor expresión de tu respeto hacia el otro... dejarlo vivir sus elecciones... y si de verdad te importa, estar allí para él o para ella

Dejar al otro elegir y pelear sus propias batallas... no las que tú le eliges, o aquellas en donde insistes en que puede o debe estar.

No es sencillo, la empatía y el respeto pasan por la imaginación, por el autoexamen de quien está en posición de observador, por la escucha y por las preguntas poderosas... lo más irónico de la "intervención" de ayer, es que las preguntas poderosas nunca llegaron, no me condujeron a ninguna parte... y la única que me queda, a mí, en este momento, es ¿en qué me estoy auto-saboteando?

Ya la hice... ahora espero estar atenta para cuando llegue la respuesta, porque también creo que hay respuestas que llegan solas...




martes, 10 de marzo de 2015

La cocina como metáfora

Mi hijo me sorprendió de manera muy grata la semana pasada, resolvió un reto en equipo que implicaba del diseño de un "Assessment Center" para una empresa. Su equipo obtuvo el tercer lugar, y lo más interesante fue su propuesta: hacerlo en una cocina.
Habrá que aclarar, la premisa del diseño de un AC es "comportamiento predice comportamiento".
Y es que la cocina es el mejor ejemplo de la una estructura organizacional basada en los méritos, el talento y la capacidad; el dueño de la cocina es el que sabe... siempre y cuando los estómagos de los destinatarios de sus creaciones lo validen.
Yo aprendí a cocinar observando, partiendo, escuchando... pero nunca "con las manos en la masa"... la cocina de mi abuela, la de mi madre, la de mi suegra son - o fueron - SUS cocinas; reinos particulares, en donde se obedece, pero no se mete la mano en la masa; al menos no mientras la dueña está presente.
Así que poner a cocinar a un grupo de ejecutivos para observarlos mientras preparan bajo ciertas condiciones un menú, no debe estar tan lejos de la realidad de la oficina; de hecho, puedo decir que no lo está... el espacio creativo que se llama "cocina" es propiedad de un solo artista a la vez, dos al mismo tiempo no entran, porque el conflicto personal entre la visión de uno y la visión de otro, aunque sea tácita, o la experiencia de uno contra la inexperiencia del otro, ciegos ante su propias fallas, solo consigue que se les queme la sopa.
En una cocina, cada quien asume su lugar; lugar que está fincado - perdón por decirlo - en la meritocracia, en la capacidad o los méritos comprobados... y como la realidad siempre es más triste que la ficción, tenemos pocas esperanzas de que aparezca una ratita que nos rescate con su talento.



domingo, 8 de marzo de 2015

¿Empoderando a las mujeres?

Algo en mi interior no termina por aceptar que exista un "Día Internacional de la Mujer", me hace sentir como una sub-especie de ser humano, que tiene que tener un día especial para acordarse de que en efecto, vivimos en una estructura social y cultural que nos ha convertido en sub-especie, y esta sub-especie de la que formamos parte lo ha permitido.
Considero que las posiciones extremas no funcionan muy bien, que la victimización en algunos casos no genera propuestas sobre las cuales construir. Si bien hay que reconocer el abuso, la exclusión y la injusticia que practicamos todos los seres humanos, el pretexto del género o de "todo lo que no es macho" es algo que llevamos cargando durante siglos y que al parecer se resiste a salir de nuestro esquema, tratándose de hombres o mujeres, o de elecciones de género como femenino, masculino o LGBTTTI.
Y nosotros mismo nos ponemos las trampas... decimos que queremos cambiar pero re-estrenamos Cenicienta, o la Historia del Zapatito, que tiene su origen en China ancestral y que ha representado durante siglos el esquema aspiracional de la mayoría de las historias protagonizadas por mujeres, a tal punto que el "vivieron felices para siempre", donde ella pone su destino en manos de él, quien por el hecho de ser el príncipe tiene todo casi resuelto, termina en lo que Colette Dowling llama "El complejo de Cenicienta", donde la Ceni en cuestión, llega a la casa del flamante marido a hacer lo mismo que hacía en casa de su madrastra, porque no puede imaginar algo más (para muestra, dese una vuelta por la película de Disney "Cenicienta II")... y ¿qué vas a hacer con toda la vida que tienes por delante? Dowling establece que antes que tomar las riendas del propio destino, lo que hace una (y me consta de algún modo) es encadenar el propio al del otro... al de los hijos... al de lo que sea.
Esta escalofriante reproducción de encadenar el destino a "funciones femeninas" se refleja en graves problemas sociales, que transitan entre la violencia intrafamiliar, la trata de personas o los embarazos adolescentes; la conclusión es que no educamos a nuestras hijas para hacerse dueñas de sí mismas... seguimos presentándoles historias de princesas sumisas e incluso le otorgamos status de exclusión a las protagonistas de aquéllas historias que pretenden tomar las riendas de su propia vida, con costos y oportunidades (recuerdo el escándalo que armaron las redes sociales el año pasado con motivo de que a una abuelita de Utah se le ocurrió decir que la película "Frozen" era gay).
Para cambiar el pensamiento, es importante cambiar la narrativa, y el empoderamiento comienza por reconocer capacidades, inventiva, creatividad e insumisión... pensar por una misma (diría Kant que es el fundamento del pensamiento crítico) y que esto sea un comportamiento aceptable, desde la afirmación de la personalidad y la libertad.
Para cambiar la narrativa, me he encontrado con historias y videos de los que hoy incluyo muestra.

Una pequeña historia que debiera ser obligatoria para niños y niñas en educación básica... y también un video que me hizo carcajearme... el día que las mujeres aceptemos que no somos una sub-especie, que no se trata de lucha de poder y que se puede tener independencia... tal vez hagamos efectivo aquello del empoderamiento.

 

"Tiemblen dragones", en inglés "The paperbag princess", de Robert Munsch, en México la publica Ediciones Castillo con ilustraciones de Germán Gedovius (adoradísimo por su servidora como ilustrador).

Y también una visión distinta de las princesas de Disney...



jueves, 5 de marzo de 2015

Egos y otros asuntos

En este mundo de hoy es difícil convertirse en sabio... aprendemos a fincar nuestra felicidad sobre el ego, somos dignos descendientes de Narciso, y como él, tal vez terminemos marchitándonos perdidos en nuestra propia imagen... contemplándola, sin voltear a mirar la vida que transcurre a nuestro alrededor.
El ego se nutre durante toda nuestra existencia, porque aprendemos a reconocernos en él y a vivir a través de él... el éxito y el fracaso - Maslow dixit - se basan en el reconocimiento... pero no en el reconocimiento al que nos invita Lévinas... de ese percatarse de la presencia de otro a través de los miedos comunes y la súplica por la solidaridad. Se trata del reconocimiento que buscamos en los demás, del vedadero o falso apapacho que conseguimos con los "likes", con el 100 en conducta o en matemáticas, con el hecho de no ser descartados o quedarnos porque cumplimos o no cumplimos con las especificaciones, con lo que interpretamos son las expectativas de los otros.
Esos egos, tan bien nutridos con todo esto, se convierten en ataduras, lastres, que dificultan tomar decisiones o cambiar el rumbo.
¿A dónde mirar en el momento en que las puertas comienzan a cerrarse? ¿En que te vuelves invisible? ¿En el momento en que sabes que será otro el que se quede con el resultado de tu esfuerzo ante los ojos de los demás? ¿Cuántos "likes" necesito para comprobar si soy una buena persona? ¿Si valgo algo incluso para mi mismo?
No hay nada más autocomplaciente que un blog... porque es un aparador que te deja poner ideas, te exhibe en ocasiones con la falsa esperanza - equiparable a la de quienes se exhiben en los aparadores en Ámsterdam o en Calzada de Tlalpan - de que alguien te haga caso... y te ponga un "like"... para pasar el día, con la única certeza de que se trata de un placebo.
Uno mismo es su peor enemigo.


Eco y Narciso, John William Waterhouse (1903)