sábado, 30 de noviembre de 2013

Costuras

Leí “Carrie” más o menos a los catorce o quince años (y después vi la película); uno de los detalles que más me llamó la atención – y de hecho es algo que reiteran al menos en la película de Brian de Palma – Carrie comprando la tela y confeccionando su vestido de graduación… mientras su madre critica las dimensiones del escote y le recita todos los pecados y castigos que merecerá por su indecente exhibición en una actividad tan pecaminosa como el baile.
Me llamó la atención que una chica como Carrie fuera capaz de confeccionarse ella sola un vestido, y le saliera tan bien, vaya.
No es mi caso… mi abuela, mi madre, mi hermana, mi prima Irene… todas le entran a la costura con buenos resultados… mis tías Irene y Celeste eran capaces de sacar un vestido en una tarde, me acuerdo de mi tía Celes confeccionando un vestido en punto smock en un par de días, así… sin más…
Yo no, no se me dio cuando en la secundaria nos daban un mes para elegir el taller de educación tecnológica que se suponía serviría para fundar un oficio… ni corte, ni decoración, lo práctico (y eso lo tenía decidido creo que mi padre desde el inicio) era taquimecanografía… por lo menos, si no quería seguir en la prepa (o si me decidía a estudiar literatura en la UNAM) tendría la posibilidad de trabajar como secretaria (carrera que en aquéllos tiempos tenía el lindo nombre de “comercio y secretaria bilingüe).
La taquigrafía, nomás no se me dio; por lo menos la mecanografía ha servido de algo, pasé del teclado de la Olivetti lettera 32 al teclado de Microsoft que uso para escribir en la Tablet (porque odio hacerlo con los dedos sobre la pantalla, no me acostumbro).
Pero regreso al corte, el mes que pasé en el taller de corte de la Srita. Paula, o las visitas a la casa de la Sra. Gutiérrez – también profesora de corte y confección – no fueron precisamente productivas para mí, cosa que es una contradicción, porque me encanta la ropa.
Sin embargo, uno nunca sabe, aprendí a cocinar cuando tuve necesidad de hacerlo, y ahora que a mi hija le ha dado por usar vestidos y nomás no encuentro que ponerle, no me ha quedado de otra que ponerme a coser… y asumir las sabias palabras de alguno que dijo “echando a perder se aprende”… estoy segura que si mi abuela se diera cuenta de la cantidad de tela que no solo he comprado, sino de lo que me ha sobrado de mis experimentos (voy como uno-uno en cuanto a resultados) ya me estaría diciendo que debería calcular mejor los metros que pido, que no compre telas tan caras, que no desperdicie tanto… pero ¿qué le vamos a hacer? … tarde o temprano hay cosas que nos alcanzan y no queda más remedio que poner manos a la obra, y aprender…