lunes, 25 de junio de 2012

Vanguardista

Desde que alguien puso de moda las botas de hule hace un par de años (si, botas de hule, de esas que siempre han usado los trabajadores del servicio de aguas y saneamiento de los distintos municipios), aparecen diferentes modelos... desde el tianguis hasta en el "Palacio".
Cosas de la globalización ¿no?  En México, hasta hace unos veinte años las botas de hule se compraban en las ferreterías y en contadas ocasiones eran utilizadas para otra cosa que no fuera atravesar charcos por motivos de faena.
Hoy por hoy encontramos botas con más variedad en color y estilo, aparte del modelo "trabajador municipal": hay transparentes, con florecitas, algunas que tienen tacón... y cuestan más de las que uno puede conseguir en la ferretería... lo que es la moda y particularmente la sociedad de consumo.
Como estamos en temporada de lluvias y aparecen las botas por todos lados, regresó a mi memoria una historia de botas de hule.
(Sí, lo que hace representativo a los objetos es que tienen significado y hasta las anécdotas que les acompañan, que están relacionadas con nuestra propia historia de vida)
Sucede que ya hace bastante tiempo, viviendo en Tuxtla Gutiérrez, recibimos visita de los abuelos y los tíos, y buscando salir del ahogo (literal) que representa vivir en Tuxtla en temporada de lluvias (ahogo por las inundaciones y por el bochorno; si hay algún tabasqueño entre los lectores me dirá que no se compara al de Villahermosa, y tendrá razón, pero a mi lo chilango no me lo han quitado ni a golpe de cambios de clima, si yo digo que me ahogaba el bochorno de Tuxtla en temporada de lluvias, tómelo por cierto)... bien, ya me perdí, regreso... sucede que escapando del ahogo, fuimos de fin de semana a San Cristóbal de las Casas (allí también llueve, pero la diferencia de temperatura es muy diferente).
El chaval tenía unos 4 o 5 años... y su deporte favorito en temporada de lluvias era pasar por todos los charcos que se cruzaran en su camino. Como era de esperarse, el único par de zapatos que llevaba cumplió este cometido no bien hubo oportunidad de hacerlo, así que no quedó de otra que pasar a comprarle unos zapatos.
"Quiero unas botas", declaró señalando las botas de hule que vió en la primera zapatería a la que entramos... su mamá solo pensaba en que en Tuxtla sería imposible seguirlas usando, amén de lo que significa en bichos y cosas que la humedad puede provocar en los pies. La madre pensaba en enfrentar un posible caso de "pie de atleta", el hijo, que se vería regio con las botas - que le permitieron meterse dichosamente en todos los charcos que encontró después.
Por supuesto, la catástrofe del "pie de atleta" no se dio, al menos no con esas botas que mi hijo usó hasta que dejaron de quedarle, y causó sensación... a tal grado que de pronto hijos e hijas de mis amigas comenzaron a pedir sus botas de hule, con la consiguiente mortificación de sus mamás... porque las botas de hule, en aquél entonces, eran únicamente para personas que no podían darse el lujo de echar a perder los zapatos en temporada de lluvias, como los trabajadores municipales.

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