domingo, 17 de junio de 2012

Esto de tener hijos

Un día, la naturaleza - o las diferentes naturalezas (ganas, deseo, distracción, calentura) - no impone la llegada de los hijos, y en ese momento, el discurso que nos grabamos como adolescentes ("yo si voy a comprender a mis hijos", "le voy a dar a mis hijos lo que no tuve", "yo sí conseguiré que se conviertan en triunfadores", solo por mencionar algunos ejemplos de ideas que se nos escapan en plena etapa de cuestionamiento hacia nuestros padres) nos impone el querer convertir a los chiquitines en el "modelo perfecto" de persona que nosotros creemos que debímos ser.
Es decir, pensamos que podemos mejorar el modelo, proyectando en nuestros hijos lo que nosotros hubiésemos querido.
En la vida actual, ese modelo - mejorado, corregido y aumentado - nos agota y agota a los hijos: clases de pintura, canto, equitación, música, viajes, idiomas; sumándole además el manejo de la tecnología: computadoras, video-juegos, etc. etc.
Invertimos y gastamos en esfuerzos para que sean perfectos... exigimos, corremos, nos agotamos y los agotamos.
Yo, en lo personal, deserté de esto más o menos cuando mi hijo tenía 11 años, porque estaba agotada... y esperé el desastre por no ser una esforzada madre que trabajara para convertir a su hijo en alguien perfecto.
Y no es perfecto... pero si algo puedo reconcerle es que ahora él sabe que aprender depende de él, y no de mí o de otro.
Además, todo en lo que no pensé "perfeccionarlo", él lo ha hecho por su cuenta, yo solo le financié las clases que el quiso tomar, lo llevé a los torneos de karate, le compré el violín... y le eché la bendición, preparándome para el desastre.
Sucede que tiene capacidades y habilidades que no estaban en mi modelo, pero que son de él, y esto me provoca algunas cosas: confianza, de que se las puede arreglar por sí mismo, que sabrá rectificar si se equivoca, y asombro, por descubrir que es alguien que va en camino de lo que yo pedí no bien supe que estaba en camino: autonomía y autosuficiencia.
Finalmente cuando los sueltas, y observas, te sorprenden, por lo mucho que se parecen a tí, y lo distintos que son - al mismo tiempo: su propio modelo.










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