jueves, 5 de marzo de 2015

Egos y otros asuntos

En este mundo de hoy es difícil convertirse en sabio... aprendemos a fincar nuestra felicidad sobre el ego, somos dignos descendientes de Narciso, y como él, tal vez terminemos marchitándonos perdidos en nuestra propia imagen... contemplándola, sin voltear a mirar la vida que transcurre a nuestro alrededor.
El ego se nutre durante toda nuestra existencia, porque aprendemos a reconocernos en él y a vivir a través de él... el éxito y el fracaso - Maslow dixit - se basan en el reconocimiento... pero no en el reconocimiento al que nos invita Lévinas... de ese percatarse de la presencia de otro a través de los miedos comunes y la súplica por la solidaridad. Se trata del reconocimiento que buscamos en los demás, del vedadero o falso apapacho que conseguimos con los "likes", con el 100 en conducta o en matemáticas, con el hecho de no ser descartados o quedarnos porque cumplimos o no cumplimos con las especificaciones, con lo que interpretamos son las expectativas de los otros.
Esos egos, tan bien nutridos con todo esto, se convierten en ataduras, lastres, que dificultan tomar decisiones o cambiar el rumbo.
¿A dónde mirar en el momento en que las puertas comienzan a cerrarse? ¿En que te vuelves invisible? ¿En el momento en que sabes que será otro el que se quede con el resultado de tu esfuerzo ante los ojos de los demás? ¿Cuántos "likes" necesito para comprobar si soy una buena persona? ¿Si valgo algo incluso para mi mismo?
No hay nada más autocomplaciente que un blog... porque es un aparador que te deja poner ideas, te exhibe en ocasiones con la falsa esperanza - equiparable a la de quienes se exhiben en los aparadores en Ámsterdam o en Calzada de Tlalpan - de que alguien te haga caso... y te ponga un "like"... para pasar el día, con la única certeza de que se trata de un placebo.
Uno mismo es su peor enemigo.


Eco y Narciso, John William Waterhouse (1903)

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