viernes, 18 de julio de 2014

Miscelanea "Coyoacán"

Una de las mejores cosas que me ha pasado en los últimos dos años es la invitación de mi amiga Martha a impartir cursos en la dependencia gubernamental para la que trabaja, en pleno Miguel Ángel de Quevedo, a unas cinco cuadras del lugar en el que se ubica la casa que un día fué de mis abuelos maternos.
Y digo que es una de las mejores experiencias por la variedad de ángulos, la del trabajo, no la voy a considerar en este momento... otro ángulo es hacer el viaje hasta Miguel Ángel de Quevedo, casi esquina con Pacífico, y regresar al cuadrante en el que nací y viví por catorce años.

Las esquinas
En esa casa, a una cuadra de Miguel Ángel de Quevedo, mi abuelo tenía una biblioteca personal, donde solía recluirme en las temporadas de vacaciones, delegando el liderazgo de la tropa de hermanos y agregados a mi hermana. Allí descubrí una recopilación de cartones de Abel Quezada, caricaturista fundamental del Excélsior de Julio Scherer.
En una serie de cartones, trataba de uno de sus viajes a Nueva York, señalando que la primera vez que llegó a la ciudad, estaba tan emocionado que le daban ganas de pararse en las esquinas para aplaudirle a los neoyorkinos por el simple hecho de vivir allí.
Me acordé de esto, porque es la misma sensación que me da regresar al cuadrante entre las colonias Rosedal, Parque San Andrés y Centro en Coyoacán... quisiera aplaudirles a los que vivien allí, quizá porque no por lo dejé, sino por lo que me gustaría que sucediera... me gustaría en un momento dado regresar a vivir allí, retomar el estilo de nativo que me ha acompañado siempre, al menos en algunas intenciones.

Los árboles
Es impresionante la manera en que han crecido los árboles desde que nos mudamos de casa, Miguel Ángel de Quevedo sigue igual, pero División del Norte, el Eje Central desde Río Churubusco hasta el Viaducto, son espacios que recuerdo raquíticos de árboles, y que hoy por hoy son espacios totalmente verdes, tanto así que las referencias del mapa que tengo grabado desde hace más de treinta años, de pronto se desdibujan ante la renovación del paisaje.

Estas ruinas que ves
El regreso al otro lado de la ciudad, desde Coyoacán o Tlalpan, regularmente lo hago evitando el Periférico; me fastidia profundamente el tramo entre Chapultepec y el Toreo a las seis de la tarde. Por lo tanto, busco opciones.
Ayer intenté la ruta por el Eje Central... y como digo, los árboles que se han quedado allí por más de treinta años me desubicaron. De pronto, paso frente al edificio de la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (¿sigue siendo? nadie le ha quitado el letrero y hay luces prendidas), una "víctima" del terremoto del 85.
Lo sobrecogedor del edificio no es que siga en pie, sino la pobre imagen que presenta; el edificio se restauró en lugar de derribarse, quien sabe porqué motivos (¿amor al arte? ¿los murales?), de todas maneras, hay cicatrices que con el paso del tiempo no pueden ocultarse... o tal vez sea porque de manera simbólica, el edificio refleja muy bien el estado de las comunicaciones y los transportes en este país.
Lo que puede decir es que la vista no fue grata, o que a lo mejor yo tengo una perspectiva distorsionada, lo miré desde el pasado y encontré que la cirugía reconstructiva no fue tan exitosa; definitivamente lo vi medio chueco, algo agrietado y no precisamente calificando como "el mejor espacio para trabajar" en estos días (la foto es del 85).



El viejito
Ayer me estacioné en el Superama que se ubica sobre la calle de Pacífico, y de pronto me fijo en un señor de edad que viene empujando su carrito del súper acompañado por el vigilante del estacionamiento. Lo veo y me digo "que guapo se ve ese señor, ojalá que me tocara conocer a alguno que se vea así cuando llegue a la edad que aparenta ese señor (pensé como 70)"... y escucho al viejito darle su nombre al vigilante: "José Alonso".
¿Ya ven porqué me gusta Coyoacán? Hasta viven algunos viejitos guapos (66 años) que se llaman José Alonso... y que para ser franca ya debería estar promoviendo sus secretos para que algunos de 50 se apliquen a verse guapos cuando lleguen a la edad del sr. Alonso, porque lo que sea de cada quien, algunos de mi generación ya se ven mucho más desgastaditos (con todo respeto) que el sr. en cuestión.
Insisto... si ya por lo añeja me toca toparme con uno de mi misma rodada, o más... pues que sea uno que se vea así  (capaz de ir al súper por sus propios medios y no muy achacoso, plis).




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