sábado, 12 de octubre de 2013

De nuevo, la plaga

No me da pena decirlo, la línea 2 del metro quedaba a dos cuadras de mi casa; y mi abuela - siempre práctica, nos llevaba de Taxqueña a Chabacano al dentista.
Para alguien que la mayoría de las veces usaba automóvil, viajar en metro constituía una aventura; y así lo sigue siendo, porque lo uso muy poco.
En ese entonces, y hasta que tuve que vivirlo en persona, me llamaba mucho la atención que en la publicidad colocada en los vagones hubiese, entre los anuncios de las "Academias Vázquez" y los logotipos que anunciaban las estaciones, anuncios de shampoo para piojos.
Perfectamente burguesita de Coyoacán-Del Valle, no me imaginaba las dimensiones del asunto, de hecho, nunca tuvimos una crisis de piojos en casa, que yo recuerde. Pensaba que se trataba de anuncios para la mayor parte de los usuarios del metro, quienes presumía, eran personas de escasos recursos y con prácticas de higiene limitadas.
Lo admito, esto es un prejuicio, generado entre otras cosas, por una herencia cultural plasmada en los libros de la SEP (esos con la Madre Patria en la portada), que - pensando en un México que se sumaba a la modernidad, nos advertían sobre hábitos de limpieza y combate a las plagas en los correspondientes a Ciencias Naturales.
La vida se ha encargado de demostrarme que los insectos no se sientes discriminados, ni leen los libros de texto gratuitos... es más, hay algunos que se los comen.
Así, los piojos están de regreso en casa... y con ello las reflexiones pertinentes sobre la naturaleza de nosotros, los seres humanos, y nuestra supuesta superioridad con respecto al resto de los seres vivos, con quienes cohabitamos - ya se voluntariamente o por la fuerza.
Descubro ahora, que cuando no podemos, no sabemos o no queremos cuestionarnos algo, respondemos con el prejuicio y la discriminación... la pasada infestación me llevó a conocer el caso de alguna escuela donde,  una vez que declarada la epidemia, las madres pusieron un filtro a la entrada para revisar niño por niño, cabeza por cabeza, sobre quienes venían acompañados por polizones a la escuela, quienes, sin más y públicamente eran regresados a su casa... si esto no es discriminación por "higiene", no se que sea.
Es curioso, porque la vida de los seres humanos está en un entorno se seres vivos, todos cargamos parásitos... de todos tamaños y especies, habrá que decirlo, pero ninguno que nos despierte tanto horror como los insectos.
Tal parece que parte de nuestra supuesta naturaleza consiste en buscarnos adversarios de todos tamaños y todas especies, desde los vivos hasta los inertes, desde nuestros congéneres a los insectos, y para todos ellos, desarrollamos una tecnología de destrucción que en un momento dado termina impactándonos... los shampoos que prometen terminar con los piojos, también son altamente tóxicos para los usuarios... por ello no prometen sino exterminar a los vivos y recomiendan ampliamente el uso del escarmenador para terminar con las liendres, al menos durante una semana, para impedir que eclosionen y se conviertan en piojos...
Es decir, aplican exactamente el mismo remedio que aplicaba mi abuela con mi madre, solo que ahora el nivel de toxicidad es más alto.
Lo mejor, aceite de almendras para saturar el cabello - en la primera ocasión - esperar una noche, levantar los cadáveres, y aplicar el escarmenador... es menos tóxico, aunque se necesita algo que en la sociedad contemporánea se ha vuelto un bien escaso... PACIENCIA.
Ni modo, gajes de la conviencia con otras especies y de la absurda idea de que todo entra dentro del dominio de los seres humanos... excepto, tal vez, el sentido común.

Posdata: hablando de especies y convivencia... recientemente se publicó "El matrimonio de los peces rojos" de Guadalupe Nettel, con un cuento sobre la convivencia entre humanos y cucarachas altamente recomendable... entre ella y Daniela Tarazona han dejado atrás al atormentado Kafka... por eso me gusta pertenecer a este género de mi especie.



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