domingo, 29 de julio de 2012

"Quien ama, educa"

Tomo prestado el título de un libro del psiquiatra brasileño Icami Tiba para hacer eco a un comentario, respecto a la educación que demuestran algunos peques y no tan peques cuando se trata de tolerancia e interacción con otros.
Había una vez... un montón de adultos metiches que trataban a los niños como si fueran sus padres, es más, sus padres lo permitían, lo que ya significaba que como primer punto de control, el peque ya los había superado... pero allí estaban los otros... que además, podría se cualquier integrante de la comunidad.
El hecho es que, ante un comportamiento público incorrecto, los padres te llamaban la atención en público (si es que no hacían algo más físico para demostar su desagrado ante ese comportamiento), y si no sucedía esto, había alguien más presente que seguramente te llamaría la atención. La idea era hacer evidente el juicio de desaprobación, para generar un sentimiento de vergüenza que llevara al mini-perpetrador a reflexionar sobre sus acciones.
Hay dos elementos aquí, uno es la reacción externa, el otro es la confianza en la capacidad de la personita de aprender a regular su comportamiento... tratándolo como alguien que piensa y se da cuenta que está muy lejos de ser el centro del universo.
¿Qué nos pasó en el camino?
Hay filósofos que consideran la vergüenza; se aprende a sentir vergüenza, que es el primer paso para reparar un error, es un ejercicio que nos hace crecer, y una experiencia educativa, en el sentido que algo de lo bueno que traemos surge de este desagrado público.
Educar es tarea de adultos, para las nuevas generaciones. Y conste que hablo de adultos, no solo de los padres; nosotros somos los que sembramos la semilla del comportamiento y el cuidado que las generaciones que hemos producido tendrán con otras generaciones - las que les preceden y las que les anteceden, y con el mundo que les estamos dejando.
Educar es tarea de adultos para formar adultos, personas que tengan una noción de su lugar en el mundo y de lo que les corresponde hacer para forjarse una vida buena que - sorpresa - no depende únicamente de ellos mismos.
Y en ese aspecto, ser permisivo, no llamar la atención ante comportamientos que afectan a otras personas, no solicitar a los hijos que se controlen u ofrecerles consecuencias, no es una manifestación de afecto; el amor no es permisivo ni exclusivamente hormonal; el amor tiene que ver con el cultivo de lo que uno y el otro - al que amamos - somos, y tiene que ver también con la capacidad de darle herramientas a la persona para que conduzca su vida con libertad y autonomía, conceptos que están muy lejos del individualismo.
Quien ama, educa, pero para amar, hay que amarse a sí mismo... si los padres son permisivos al grado que permiten que los hijos insulten a otra persona públicamente por su apariencia física, no le están ayudando a crecer... y tal vez, colectivamente, nosotros tampoco... si una conducta públicamente discriminatoria e insultante no nos avergüenza ni nos lleva a hacer nada al respecto... tampoco estamos ayudando.
El lenguaje indirecto... en voz lo suficientemente alta como para generar una reacción en los implicados:
- hijo, si tú hubieras hecho eso que está haciendo ese niño a su edad, seguramente yo te habría...;
-  fíjese señora (a la que está detrás de mi en la cola) que acabo de ver un video en YouTube donde un juez español expone las instrucciones para hacer a un hijo un futuro delincuente, y decía que había que dejarlo hacer o decir lo que se le hiciera la gana, ¿qué opina?...
- (a la afectada) le ofrezco una disculpa, a nombre de mi compatriota que todavía nos se da cuenta de lo que significa la globalización.

Esto no está excento de riesgos... pero ... nada en la vida que implique mejorar las condiciones en las que vivimos lo está...

Quien ama, educa.

Decálogo para formar un joven delincuente:
http://www.youtube.com/watch?v=gOhzaM48mwA


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