sábado, 14 de junio de 2014

En espiral

Semanas intensas que convierten el paso del tiempo en un suspiro, y en particular esta semana ha sido transcurrir de encuentros, saludos y despedidas.
Comencé a trabajar en la Unidad Estado de México del Tecnológico de Monterrey en 1983; en ese entonces el director era el Dr. Jorge Ángel Díaz, el responsable de Asuntos Estudiantiles estaba a cago del Ing. Emilio Alvarado, la Dirección de Ingeniería, que dependía de la dirección de Profesional y Graduados, estaba a cargo del Ing. Juan López y el departamento de Deportes le correspondía al Ing. Juan Arvizu, a quien le quedaba muy bien ese puesto.
Con Juan Arvizu, en particular, me vinculaba el hecho de provenir de la misma escuela (aunque en ciclos diferentes), el Centro Escolar del Lago, formar parte de la Asociación de Scouts de México en grupos que se encontraban en la misma provincia (él era del 88 y yo del 186) y haber pasado por el programa de maestría en Educational Leadership impartida por la Universidad Internacional de Florida en el Campus.
Durante los 9 años que trabajé en el área administrativa del TEC-CEM, hubo muchas ocasiones para trabajar con los Juanes y con Emilio. Cuando Juan Arvizu pasó del departamento de Deportes a la Dirección de Planta Física, yo pasé al área de Desarrollo Académico, y las responsabilidades que me tocaron constantemente requerían el apoyo del área de Juan.
En particular, recuerdo la organización del Microcamp, en la que trabajé tres veranos consecutivos, donde en parte había que utilizar lo aprendido en el inacabado curso aquél de la Insignia de Madera, coordinarme con algunos muy eficientes geeks de la computación (no ofense...) y solicitar el apoyo de DAE para lo que eran los cursos de teatro, arte y deportes; pero lo que me puso en efecto a trabajar más de cerca con Juan fue el asunto del Rally... la primera vez pedí, la segunda él fue quien dijo "déjamelo a mí ... porque mi gente se divierte mucho preparando las actividades"... cierto... quien sabe cómo y quién sabe de donde... pero se las ingeniaban para armar una casa de los sustos en una especie de jacal que combinaba un gimnasio con un almacén deportivo en aquéllos heroicos tiempos del CEM.
En esa misma época, recuerdo sus advertencias... "voy a traer a mi hijo, Juan Fernando... a ver qué tal te va"... y al año siguiente "si Juan Fernando te pareció difícil, ahí viene José Pablo que es versión corregida y aumentada"... y se reía... siempre se reía, por más que escarbo en mi memoria, no recuerdo ocasión de haberlo visto serio.
Juan era de esas personas a quienes, después de encontrártelo, te dejaba con una sonrisa... si era un Scout, yo diría que destacaba en tres aspectos: "un scout cifra su honor en ser digno de confianza", "un scout es útil y ayuda a los demás sin pensar en recompensa", "un scout es amigo de todos y hermano de todo scout sin distinciones".
El lunes de esta semana me fui a despedir de Juan, y al hacerlo regresé a esos años - de 1983 a 1992 - y al encuentro de todos aquéllos con quienes hice equipo en este tiempo... arropado por los colores del 88, y el cariño de personas que venían de todos lados a decirle adiós... la espiral de la vida regresó a un punto desde donde se contempla, a distancia, a los mismos que ya no somos los de entonces, pero seguimos siendo.
El jueves, de la misma semana, la espiral me coloca en otro ángulo... y me encuentro con el periodo de 1992 al 2002, porque el trabajo me llevó de vuelta con mis amigos del Tec de Chiapas.
La vida es como la Vía Láctea ... una espiral que se expande...
El polvo estelar nos pone en contacto, y mi vida es lo que es porque tu vida la ha tocado.
¡Buena caza Juan Arvizu!


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