martes, 11 de febrero de 2014

¿Cuál fue la pregunta?

La convivencia con los demás puede ser un arte o puede ser un infierno... la diferencia está en elegir si la vamos llevando así nada más, pensando únicamente en la manera en que los demás responden a mis intereses, o si pongo atención, reflexiono, busco respuestas, entro en diálogo, construyo...
Si opto por lo primero, enfoco mi energía al desgaste, pues asumo la actitud de que los otros debieran actuar conforme mis directivas, que me tienen que adivinar el pensamiento... y como esto no sucede, y menos conforme a mis expectativas o mis estándares (que suelen ser muy exigentes para con los demás), me enojo, me desgasto, me peleo, rompo - pero no suelto.
Si hago lo segundo... también hay inversión y gasto de energía, pero en el esfuerzo se ven los resultados. Ningún diálogo garantiza respuestas, cambios o resultados inmediatos... hay que ser pacientes, construir, indagar y esperar a que surja la mejor respuesta, pero primero hay que hacer una pregunta.
Sucedió hoy, llevo días.... semanas, peleándome conmigo misma y resollando de impaciencia porque mi hija me hace como quiere... me pliego a sus deseos en los espacios que el trabajo me lo permite... y ni ella ni yo ganamos nada.
No es sencillo, uno se acostumbra a ver a los hijos como los bebés que un día tuvo en los brazos; más aún, uno se acostumbra a pensar que su chiquito con discapacidad nunca va a madurar... pero no madura porque no lo dejas. De hecho, los padres de hoy vivimos tan obsesionados con nuestros hijos que nos sometemos a sus directivas, y les amarramos las alas - porque no queremos verlos enojados con nosotros, adoloridos, distantes... en mi caso, porque le tengo miedo a los berrinches de mi hija hasta que comprendí que es conmigo con quien se luce.
Hoy llegué a la conclusión que no puedo tenerle paciencia infinita para que ella termine lo que está haciendo, si de esto depende que lleguemos temprano a la escuela y al trabajo; tampoco puedo gritar, descontrolarme o insultar... ¿qué hago? Esa fue la pregunta que formulé hoy.
Con el paso de la mañana, llegó sola la respuesta... "hay que tratarla como lo que es": una persona capaz de modificar por sí misma su comportamiento, de crecer no porque la empujen, sino porque puede utilizar sus propios recursos; si la sigo viendo como mi niñita, yo sola le estaré cortando las alas.
Ya tengo la respuesta... habrá que mantener el propósito y perseverar en el asunto, después de todo, ya casi tiene 18 años.




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