Si opto por lo primero, enfoco mi energía al desgaste, pues asumo la actitud de que los otros debieran actuar conforme mis directivas, que me tienen que adivinar el pensamiento... y como esto no sucede, y menos conforme a mis expectativas o mis estándares (que suelen ser muy exigentes para con los demás), me enojo, me desgasto, me peleo, rompo - pero no suelto.
Si hago lo segundo... también hay inversión y gasto de energía, pero en el esfuerzo se ven los resultados. Ningún diálogo garantiza respuestas, cambios o resultados inmediatos... hay que ser pacientes, construir, indagar y esperar a que surja la mejor respuesta, pero primero hay que hacer una pregunta.
Sucedió hoy, llevo días.... semanas, peleándome conmigo misma y resollando de impaciencia porque mi hija me hace como quiere... me pliego a sus deseos en los espacios que el trabajo me lo permite... y ni ella ni yo ganamos nada.
No es sencillo, uno se acostumbra a ver a los hijos como los bebés que un día tuvo en los brazos; más aún, uno se acostumbra a pensar que su chiquito con discapacidad nunca va a madurar... pero no madura porque no lo dejas. De hecho, los padres de hoy vivimos tan obsesionados con nuestros hijos que nos sometemos a sus directivas, y les amarramos las alas - porque no queremos verlos enojados con nosotros, adoloridos, distantes... en mi caso, porque le tengo miedo a los berrinches de mi hija hasta que comprendí que es conmigo con quien se luce.
Hoy llegué a la conclusión que no puedo tenerle paciencia infinita para que ella termine lo que está haciendo, si de esto depende que lleguemos temprano a la escuela y al trabajo; tampoco puedo gritar, descontrolarme o insultar... ¿qué hago? Esa fue la pregunta que formulé hoy.
Con el paso de la mañana, llegó sola la respuesta... "hay que tratarla como lo que es": una persona capaz de modificar por sí misma su comportamiento, de crecer no porque la empujen, sino porque puede utilizar sus propios recursos; si la sigo viendo como mi niñita, yo sola le estaré cortando las alas.
Ya tengo la respuesta... habrá que mantener el propósito y perseverar en el asunto, después de todo, ya casi tiene 18 años.
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