sábado, 11 de enero de 2014

"Y a mí me traen mis juguetitos...

... los Reyes Magos"
Así declaraba aquélla un tal Pánfilo en aquella pieza cómico-musical- navideña que imitaba en español la grabación alusiva a la fecha por parte de "Alvin and the Chipmunks" en remotos años 70, cuando todavía se escuchaba mucho más que ahora la radio.
Mi abuelo materno (quien representa el lado capitalista de mi origen familiar) era un devoto mexicanista, lejano en cierta forma a aquella influencia de la época de Miguel Alemán que pretendió hacer de la clase media mexicana una imitación del bienestar gringo... en otras palabras, mi abuelo - por origen, no por lana - provenía de la burguesía porfiriana, venida a menos con la Revolución.
Muchas cosas formaron mi visión del mundo, pero recuerdo que entre la floreciente clase media del "milagro mexicano" hasta me sentía la excepción... mi abuelo me llevaba todos los años al altar de muertos para Diego Rivera en el Anahuacalli, conocí a Frida Kahlo antes que Madonna o Salma, e incluso en café "La Blanca" antes de que López Obrador decidiera pedir el desayuno todos los días en este establecimiento.
No abundo, mi madre nació en la Merced, que entonces era un barrio de clase media, y la Navidad no tenía como protagonista al gordo vestido de rojo, sino al Niño Jesús, al que arrullábamos todos los años en casa de mi Tía Toña, en una extraña peregrinación que organizábamos el mero 24 de diciembre para visitar a tíos abuelos que no veíamos en todo el año.
El 25 de diciembre, sin falta, el Niño Jesús nos traía ropa... ¡a los seis!... la explicación era concreta... un niño que nació sin nada, le traía calidez (para eso es la ropa) a los demás... y teníamos que esperar (oh tragedia en comparación con el resto de los compañeros de la escuela que sí se surtían con "Santaclós") al 6 de enero para que llegaran los Reyes.
Mucho tiempo estuve convencida de que los Reyes en efecto llegaban a mi casa... ¿de qué otra forma se puede explicar las toneladas (bueno exagero) de cosas que aparecían la mañana del 6 de enero en la sala de la casa si había que surtirle a seis hermanos y a veces les traían lo mismo? Una bici para cada quien, la misma muñeca para mí y para mi hermana, n cosas... lo que descubrí después es que mi mamá se pasaba todo el año ahorrando y pagaba a plazos los juguetes que escogíamos...
Por eso, no puedo dejar a mis niños sin Reyes... y los regalos de Navidad - solo en una ocasión - los trajo Santaclós... además, sigo convencida, los Reyes existen... porque ¿de qué otra manera puedo explicar el asunto de cuando trajeron a Godzilla?
Tenía el hijo cuatro o cinco años... las malas influencias de los dos adultos que lo trajimos al mundo ya le habíamos mostrado - a través del Disney Channel gringo - quien era Godzilla (el chamaco gozó con las tres películas clásicas del cine japonés, aunque no les entendía nada)... y claro... como los Reyes son Magos - o algo así - va la pregunta... "¿qué quieres que te traigan?"... y el chamaco declara "a Godzilla"...
(Favor de no opinar sobre la sacralidad de la fiesta y los monstruos japoneses)... y allí va la mamá... con toda la intención de hacer realidad el pedido... pero la película de Godzilla (1998) tardó año y medio en estrenarse y claro que no había monigotes alusivos... ¿cómo podrían los Reyes cumplirle al niño?
Para no hacer el cuento largo, me encontré a Godzilla en las tienditas de ¿artesanías? del malecón de Veracruz... un mono de plástico - made in China - con la figura de Godzilla... me costó nada... duró una eternidad y no destruyó ninguna ciudad, porque las edificaciones de mi hijo en aquél entonces eran absolutamente imaginarias.
Ese 6 de enero, los Reyes dejaron a Godzilla al lado del Nacimiento, y yo sigo creyendo que existen.




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