For Richard, Paula and Kathy Flores
Hoy es un día difícil, comenzó con una noticia que le pega a
mi corazón, porque mi vida se compone de lo que he pasado con otros, lo que he
aprendido y lo que me han brindado, y no puedo evitar que la noticia de hoy le
duela a mi corazón y me haga presente la experiencia de ser impotente ante lo
irremediable, de la imposibilidad de estar y acompañar dada la distancia, y el
sentimiento de orfandad en la que te deja la partida de alguien que llevas en
el corazón.
Entre los grupos scouts de la zona de Satélite, Echegaray y
anexas (incluye Arboledas), los hermanos Flores eran legendarios… del 122 de
Bulevares al 302 de Arboledas: Eduardo y Ricardo... los conocí en los
diferentes encuentros entre grupos scouts que teníamos, yo pertenecí al 186
¿Por qué destacaban tanto?
Entre otras cosas, por gritones, facha de malhumorados,
apasionados en su actividad y – ya conociéndolos de cerca – por una inteligencia
impresionante y un sentido de solidaridad y humanidad contagioso. Eduardo
siempre me pareció un oso grizzli, de lejos… de cerca era una persona que sabía
de todo… y que tenía el ánimo de un paracaidista cuando salta… porque los
cambios en la vida de Eduardo fueron sorprendentes, dejó una vida de sateluco y
una carrera de derecho para vivir en Chihuahua y estudiar pedagogía; la
vocación de educador lo llevó al doctorado y desde allí se convirtió en alguien
con una impresionante reputación en la Escuela de Graduados en Educación del
Tec de Monterrey: el doctor Flores se convirtió en leyenda.
Y lo hacía con esa afirmación tan suya de que si las cosas no le
salían como esperaba entre esos saltos que solía dar, siempre estaba la
alternativa de convertirse en vendedor en Sears.
Me tocó vivir de cerca una temporada con los Flores, y desde
hace años nos hemos encontrado y re-encontrado a lo largo de trayectorias…
Eduardo, Ricardo, y sus hermanas Paula y Kathy.
Ricardo estuvo allí para que yo cumpliera el sueño de
conocer la Tarahumara, no completa… más que conocer fue trabajar en la
Tarahumara, y Eduardo y Kathy – avecindados en Chihuahua – me ofrecieron su
casa en más de una ocasión, mientras Ricardo iba y venía, como siempre lo ha
hecho. A Paula la conocí después, en el trabajo, y desde entonces también hay
una especie de lazo de familia con ella.
Hoy me entero de la partida de Eduardo, quien – me da la
impresión – siempre le dió un sentido muy particular al asunto de las llegadas y las partidas;
y observo en esta despedida un ánimo de enfrentar la vida en sus propios
términos… y enfrentar así la despedida.
Las personas se quedan en tu corazón por lo que te aportan,
particularmente por la forma en que sus palabras y la experiencia de estar
contigo te dan elementos para ampliar tus propios horizontes, para entender la
vida… de Eduardo recuerdo al narrador de historias, al imaginador de
posibilidades y al que me contó que en la despedida uno le dice al otro:
“Hoy volvemos a ser polvo en el camino, y espero que algún
día vuelva a caer en tus ojos”.
Hoy caíste Eduardo, caíste en los ojos de más de uno… y te
quedas en el corazón de todos.